Por: Ars Mundana

Para ir un poco más allá del reproche moral que se puede formular contra la guerra, es decir, la solución de conflictos sociales y políticos a través de la fuerza armada o simbólica con el objetivo de destruir al otro, se puede decir que la guerra, como lo infirió Clausewitz, es la continuación (o la regresión) de la política por otros medios, pues para que los odios y los problemas puedan tratarse en la política se necesita de algún tipo de madurez, de permitir el diálogo, lo que implicaría reconocer al otro u otra como un sujeto pensante.

Cuando se piensa al otro u otra como objeto de guerra, se anula toda visión intercultural y el diálogo es simplemente el que profieren las armas, las relaciones en la guerra son simplemente de dominación bruta, indiscriminada, fundadas en la proporción corporal, la fuerza letal, y su extensión con las armas. Los juegos Total War, en particular Rome y Medieval Total War 2, son una desgarradora muestra de la guerra total (como lo sería la representación de la guerra de los nazis contra Bielorrusia de Elem Klimov, la crudísima Ven y mira) y del intento de plasmar la política internacional de la edad antigua y el medioevo, con todas sus vicisitudes, desde desastres naturales, invasiones a ciudades amuralladas, hasta conspiraciones imperiales para asesinar a personas influyentes en la guerra.

La fantasía imperial que plantean Rome y Medieval Total War 2 tiene además toda una carga que el jugador nunca pensó asumir, pues cada paso que realiza la expansión imperial de su facción le fuerza a hacerse cargo del mantenimiento de más tropas, de más ciudades, más intereses y disgustos de la población… en ocasiones si los habitantes de las ciudades perciben que el jugador no presta atención a sus demandas, habrán rebeliones y problemas a resolver con la población local. Invadir una ciudad hasta reducirla a escombros como suele plantear Age of Empires no tiene mucho sentido en las entregas de Total War, pues una ciudad invadida con éxito es también una ciudad que necesita caros arreglos y que será asediada en el futuro, por lo cual no tiene sentido destruir la infraestructura que el pueblo ha logrado con trabajo. Como cita el propio juego en algunos de sus aforismos, Erasmo de Rotterdam aseguraba que la paz menos ventajosa nunca será peor que la guerra.

La política en Total War es la que más se acerca en un juego a la simulación de la política maquiavélica del príncipe. El gobernante según Maquiavelo debe proveerse de tropas mayormente nacionales, porque las extranjeras (mercenarios) le plantearán más dudas y pueden ser menos leales. El gobernante según Maquiavelo, en una interpretación un tanto populista de la política, debe ser alabado y censurado a la vez, pues no toda acción que realice generará aplausos y debe responder a la mayor parte de las expectativas. Debe ser generoso y ambicioso a la vez, pues Maquiavelo interpreta que esta doble faz sirve como mejor presentación a todos los gustos populares. Amor y temor, crueldad y compasión, ser como el león y la zorra, atacando frontalmente al gobernante quien lo ha hecho, incitando por debajo a los “súbditos” del comandante que no va con los intereses de un Estado. En últimas, debe conservar estratégicamente el poder político y si le es posible, mantener feliz a su pueblo (estas pretensiones cambiarían para la mirada crítica dialéctica de la política).

Naturalmente en las entregas de Total War que se han mencionado, históricamente no se produce la formación de la clase social burguesa, aunque se sientan sus primeras manifestaciones en Italia con las ciudades mercantiles de la alta edad media (años posteriores al 1300 después de la era común). Los siervos de la gleba, a pesar de ser fundamentales para el aparato productivo medieval, tampoco son una clase social consolidada con intereses definidos, es por esto que la política sigue siendo determinada por el arbitrio de la Iglesia Católica y los Estados papales, la guerra imperial… al no haberse consolidado el proceso de acumulación de capital, el imperialismo aparece en un estado débil y fragmentado, como fragmentados son los resultados que produce la división del mundo en pequeñas ciudades y particularidades para evitar la unión de los pueblos en intereses grupales o colectivos, para el imperialismo los trabajadores son solo productores de guerra, nunca nadie que necesita y exige la paz.

La guerra total es la anulación total de sí mismo como ser social que necesita de la ayuda del otro para sobrevivir, si anulo mi civilidad con la pretensión de la guerra, la anulo en el otro. Si anulo la oportunidad de la expresión histórica del otro, no solo le negaré su voz, sino la expresión de su cultura y por lo tanto su trabajo, la actividad humana creadora por excelencia. En mi, estaré perdido de todo el acervo de experiencias y legados intelectuales que me podría haber brindado el otro guerrero, el otro se privará, me privará por su pasión y a la vez lo privaré por mi encono, será una múltiple privación de la universalidad de las ideas… La guerra total es una determinación de la formación del capital, de la desaparición del humano, al decir de Marx, es el testimonio de que toda persona debe someter a la mayor de las críticas a su miseria y la lucha de la explotación del hombre por el hombre, situación contradictoria que se desea no volver a repetir, para erradicar por superación y lucha (comprensión, aceptación, culpa, organización, superación) los mecanismos caóticos y artificiales que le mandan un destino indigno a los pueblos.