Por: Ars Mundana
El juego ha sido siempre, por lo menos, un momento o actividad formadora del carácter o la fortaleza de ciertos animales. Lobos y felinos de cachorros constantemente simulan peleas, con cierta muestra de placer o rabia, y se considera que estos comportamientos son un pequeño entrenamiento para situaciones de la vida más apremiantes en su futuro. De una forma análoga, el juego en el infante (niño(a)) constituye un momento de formación de la persona y de sus ideales, no solo estimula la creación de situaciones constantemente, sino que fomenta la actividad del cuerpo y lo pone en contacto con otros, creando la sociedad desde estados tempranos del crecimiento humano.
Esta apreciación del juego formativo viene de la necesidad natural de enfrentar el cuerpo a lo existente, es decir, hay que entrenar al cuerpo para lo que exige la realidad que lo rodea (trabajo, desplazamientos, contacto con la demás biodiversidad). En lo social, es decir, que el juego se exprese como un interés público, profesión, ocupación… esto solo aparece en los márgenes de las sociedades antiguas, por ejemplo en los coliseos romanos, pero el juego se limitaba a un espectáculo, la participación popular era mínima (el juego transcurre en lo privado). Con el aumento de la productividad de las sociedades, con la acumulación de comidas, productos y de trabajo, las sociedades cada vez más fueron capaces de “despreocuparse” de las ocupaciones de la supervivencia, y mucho del tiempo libre de los trabajadores se desplazó a lo que pudiera plantear la industria del espectáculo de masas (iniciando el siglo XX).
El Martín Fierro de José Hernández, tanto su escritura como su historia, solo fueron posibles en el contexto de una gran abundancia (de la pampa argentina) y de una sociedad cada vez más presente en los destinos de este país. Las sociedades del globo y su organización política hicieron posible el nacimiento de la filosofía como profesión, de la biología, de la física como disciplinas especializadas… Así como hicieron posible el juego social y público, ya no solo se trataba de un asunto de compartir en familia o entre niños, sino que ahora se enmarcaba en torneos de fútbol, torneos de ajedrez, calabozos y dragones, skate… En lo que coincide el juego de video con la mayoría de las anteriores, es su capacidad de facilitar el peso de la existencia (del trabajo intenso y ultra productivo) distrayendo, relajando la mente o simplemente produciendo algún tipo de placer relacionado con el acto de representar e imaginar, como lo dirían los psicoanalistas.
El juego para la sociedad de masas sigue siendo formativo en etapas infantiles, aunque por su capacidad y actividad libre-pensante, en lo social, parece ser más un obstáculo de la productividad, como frecuentemente se piensa con los juegos de teléfonos inteligentes cuando causan adicción a pequeños y adultos. Como disfrute y desarrollo de las potencialidades sociales representa un muro para el discurso de producir y trabajar en todo momento, mientras siga causando algún tipo de satisfacción o de gusto para los deseos y los imaginarios, el pueblo lo seguirá visitando. En una situación social hostil, inestable, en la cual no fuera posible sentarse a ver el celular, la consola, el computador, estaría vetada la actividad del juego, todo ocio, entretenimiento y estudio pueden quedar desparramados en el peso de la destrucción.
El juego ha quedado anulado para Palestina, toda la libertad que provee la sociedad con sus modos cooperativos de proceder, han desaparecido bajo el furor horrendo de las bombas, no hay juego, no hay filosofía, no hay sociedad, aunque hay destrucción. El trato que se da de lo humano en la guerra es el de la lucha a muerte, la reducción del otro y de sus posibilidades vitales. Lo que se denomina “estado de Israel” se considera el amo que se alimenta de la destrucción ajena, aunque no puede vivir sin la destrucción y sin sus oprimidos, considera vital poder dominar siempre alguna nación extranjera. Los palestinos, sin ataduras ni culpas históricas, tienen como tarea vital romper sus cadenas y luchar por su territorio, con la ayuda de todas las naciones excluidas del orden internacional.
